La gripe española fue una enfermedad contagiosa que afectó entre 1918 y 1919
a la mayor parte de los territorios del planeta, desde Estados Unidos o el
África subsahariana hasta Australia o la India, pasando por Sudáfrica, Indonesia,
Europa Occidental, China, Latinoamérica… En total, las estimaciones modernas
calculan que más de 50
millones de personas habrían
muerto a causa de la gripe española, cifra que supera ampliamente el número de
muertos totales en la I
Guerra Mundial.
Aun hoy en día se sigue
estudiando qué ocurrió en el virus de la gripe común para que se convirtiera en
el agente patógeno más letal de la
Historia. Las investigaciones
científicas más recientes apuntan a que se trataba de una variedad de gripe aviar con
muchas mutaciones y una capacidad de multiplicación diaria hasta 50 veces más
fuerte que en la gripe común. Además, se trataba de un virus nuevo,
con poca circulación en el mundo, por lo que afectó gravemente a personas de
todo el globo debido a que no tenían desarrolladas las defensas inmunológicas
necesarias para hacerle frente.
La razón del nombre de
esta influenza (nombre
con el que se llama a las gripes desde finales de la Edad Media) no tiene nada
que ver con un supuesto origen en España. En 1918, cuando millones y millones
de personas de todo el mundo enfermaron, la vida laboral y las estrategias
militares de la Primera Guerra Mundial se vieron severamente trastornadas. Ante esta situación, las altas jerarquías políticas
y militares de los países enfrentados se esforzaron por censurar todas las noticias acerca de la existencia y extensión del virus,
puesto que esta información podría haber sido utilizada en su beneficio por sus
enemigos.
Sin embargo, la situación en
nuestro país era muy diferente. España fue oficialmente neutral durante
la I Guerra Mundial, por lo que no tuvo ninguna censura a la hora de hablar de la repercusión de la pandemia, más
aun si cabe cuando hasta el rey Alfonso XIII cayó
enfermo. De este modo, España se convirtió en foco de todos los recelos de los
países beligerantes, que veían peligrar su estrategia de manipulación de la
información. Como respuesta, todas las naciones afectadas, encabezadas por la
Real Academia de Medicina de Gran Bretaña, no dudaron en hacer saber a todo el
mundo que la epidemia de gripe era de origen español, bautizándola injustamente como la spanish
influenza o spanish flu.
El origen de la gripe española
A pesar de que ha pasado un
siglo desde que se produjera la pandemia, lo cierto es que aun no hay una opinión unánime acerca del lugar exacto donde se originó la gripe
española. Quizás esto se debe a que durante décadas el mundo y los
historiadores marginaron
deliberadamente el estudio de la
incidencia de la pandemia, de manera que no hubo grandes investigaciones sobre
el tema hasta la llegada de las nuevas corrientes historiográficas surgidas en
los años 60 y 70. Desde ese momento, los científicos y los historiadores han
barajado diversas hipótesis, ubicando su origen en los campos de batalla
europeos de los primeros meses de la I Guerra Mundial o en los territorios
asiáticos de los que habrían surgido otras pandemias históricas como la Peste
Negra de la Edad Media.
No obstante, la teoría más
plausible en la actualidad sitúa la aparición de la gripe española en el Medio Oeste americano, concretamente en el estado de Kansas.
En febrero de 1918, un médico de Haskell County (Kansas),
observó un brote de gripe más severo de lo normal entre sus pacientes. Al mes
siguiente, los médicos del campamento militar de Funston,
en el condado de Riley (Kansas), registraron la aparición repentina de
miles de casos de gripe entre sus soldados.
A partir de ahí, la epidemia se fue
extendiendo de campamento en campamento desde el Medio Oeste hasta los puertos
de la Costa Este, donde los soldados americanos
estaban embarcando masivamente para dirigirse a los frentes de combate en
Europa. Así, en el mismo mes de marzo de 1918, 85.000 soldados ya
luchaban en Francia; seis meses después, ya eran más de 1
millón. Partiendo de Burdeos y Brest, donde se observaron los
primeros casos a principios de abril, la gripe española haría estragos en los
meses siguientes.
Las oleadas de la gripe española
La pandemia de la gripe
española, considerada la
peor de la Historia por
su virulencia, su rápida extensión y su número de muertos, se presentó en el
mundo en tres oleadas diferenciadas: primavera-verano de 1918, otoño
de 1918 e invierno de 1919.
La primera oleada se caracterizó por la elevada mortalidad en las ciudades,
una baja mortalidad en otros lugares y una limitada difusión geográfica. Esta
particularidad hizo que en ciudades densamente pobladas hasta un 50% de la
población pudiera verse afectada por la enfermedad, mientras que en pueblos
pequeños apenas afectó o ni siquiera llegó. En junio llegó a Sudamérica, en
julio al Pacífico sur y en agosto a la India y las costas africanas.
En el caso de España, este
patrón de comportamiento se
cumplió plenamente. La
primera oleada apareció en Madrid en mayo de 1918, y para el 1 de junio la
cifra de afectados alcanzaba ya los 250.000.
Siguiendo las rutas de comunicación, la enfermedad se propagó rápidamente por
ciudades cercanas como Cuenca, Toledo y Salamanca, y desde ahí al resto del
país. De hecho, las zonas más afectadas fueron Cáceres, Badajoz, Córdoba, Jaén
y la mitad sur de la Meseta Central.
Después de un breve respiro, una segunda oleada apareció a finales de agosto simultáneamente en lugares tan dispares como Francia, Estados Unidos o Sierra Leona. Este segundo brote fue el más rápido de todos, ya que en uno o dos meses se extendió por todo el planeta, existiendo pocos lugares que se libraran. También fue el más letal, ya que se calcula que alrededor de un 70% de los muertos totales provocados por la pandemia (puede que más de 50 millones) murieron en esta segunda oleada, sobre todo entre octubre y noviembre de 1918.
En nuestro país, la segunda ola
llegó a causa de los cientos
de miles de españoles que
regresaban a sus hogares después de haber ido a trabajar a la vendimia
francesa. De esta manera, al contrario que en la primera vez, la oleada
fue catastrófica en las provincias más septentrionales y en
algunas regiones andaluzas como Huelva, Almería y Granada, mientras que
ciudades como Madrid, Sevilla, Málaga o Córdoba fueron relativamente poco castigadas. En el mes de octubre de 2018 la avalancha de muertos era tal
que muchos cuerpos permanecían apilados en la ciudad durante más de una semana hasta que se pudiera enterrarlos.
Finalmente, una tercera oleada, también virulenta pero más difuminada en tiempo y
espacio, afectó al mundo entre enero y junio de 1919. En Andalucía, esta vez
fue de nuevo Málaga la provincia más afectada. De un modo u otro, a lo largo de
las tres olas se cree que hasta un 55% de la población mundial pudo estar en contacto con la gripe española
La pandemia
de gripe de 1918, también conocida como la gripe española de 1918,
fue una pandemia de inusitada gravedad. A
diferencia de otras epidemias de gripe que afectan básicamente a niños y
ancianos, muchas de sus víctimas fueron jóvenes y adultos saludables, y
animales, entre ellos perros y gatos.12 Es considerada la pandemia más devastadora de la historia
humana, ya que en solo un año mató entre 20 y 40 millones de personas.34567 Esta cifra de muertos, que incluía una alta mortalidad
infantil, se considera uno de los ejemplos de crisis de mortalidad.
En
Estados Unidos la enfermedad se observó por primera vez en Fort Riley (Kansas) el 4 de marzo de 1918, aunque ya en el
otoño de 1917 se había producido una primera oleada heraldo en
al menos catorce campamentos militares.9 Un investigador asegura que la enfermedad apareció en el Condado de
Haskell, en abril de 1918. Y, en algún momento del verano de ese
mismo año, este virus sufrió una mutación o grupo de mutaciones que lo
transformó en un agente infeccioso letal; el primer caso confirmado de la
mutación se dio el 22 de agosto de 1918 en Brest, el puerto francés por el que entraba la
mitad de las tropas estadounidenses Aliadas en la Primera Guerra
Mundial.
Recibió
el nombre de gripe española porque la pandemia ocupó una mayor
atención de la prensa en España que en el resto de Europa, ya que
no estaba involucrada en la guerra y por tanto no se censuró la información sobre la
enfermedad. Aunque el origen del virus se acepta que fue Estados Unidos —fue el 4 de marzo de 1918
en Camp Funston, uno de los campamentos militares establecidos en Kansas tras
el comienzo de la I Guerra Mundial donde se registró el primer caso—, un
estudio de 2014 indica que el origen de una de las cepas letales del virus pudo
estar en Madrid.10
Con
el fin de estudiar la pandemia de gripe, los científicos han empleado muestras
de tejido de víctimas congeladas para reproducir el virus.11 Dada la extrema virulencia del brote y la posibilidad de
escape accidental (o liberación intencionada) de la cuarentena, hay cierta controversia respecto a
las bondades de estas investigaciones. Una de las conclusiones de la
investigación fue que el virus mata a causa de una tormenta de citocinas,
lo que explica su naturaleza extremadamente grave y el perfil poco común de
edad de las víctimas.
Hospital improvisado en el Campamento Funston, también en Kansas, en 1918.
Tradicionalmente
se ha considerado «enfermo cero» al cocinero Gilbert
Michell de Fort Riley en Kansas ingresado el 4 de marzo de 1918.
Horas después ya se contabilizaban decenas de casos, hasta el punto de tener
que habilitar un hangar para los
enfermos, pues el hospital no tenía capacidad suficiente.12 Sin embargo, investigadores como la de Santiago Mata (2017) recogen informes y
publicaciones donde se afirma que ya se habían detectado brotes muy virulentos
de la gripe meses antes y no en Kansas, sino en casi todos, por no decir todos,
los campamentos militares habilitados para el envío de soldados a Europa.nota 1
La
gripe llevaba tiempo incrementando sustancialmente su tasa de mortalidad. Así,
Mata recoge el dato de 18 886 muertos por gripe en 1916, un 2,6 % de
mortalidad cuando una gripe estacional arrojaba en Estados Unidos una
mortalidad media de un 0,056 %. Esta tasa de mortalidad en 1916 suponía ya
un incremento del 65 % respecto a 1915 y a su vez la mortalidad de ese año
fue un 75% más que la de 1914. Sin embargo estas cifras se obtiene de la
población en general, cuando la gripe afecta mucho más a niños y sobre todo a
persona mayores, hasta un 95 % de los muertos estacionales pertenecen a
este colectivo.13 Pero en diciembre de 1917 surge un dato sorprendente en Camp Greene,
cerca de Charlotte Carolina del Norte,
donde se constatan 20 muertos de un total de 565 enfermos de gripe, todos ellos
hombres jóvenes. Esta cantidad supone un incremento entre 100 y 200 veces la
tasa de mortalidad habitual para población juvenil. Por esta razón se considera
que fue en Camp Greene donde apareció el paciente 0 infectado por el H1N1.
Además los síntomas descritos se diferencia de los de una gripe estacionaria
para ir pareciéndose a los de la gripe pandémica.
·
Cara
con color grisáceo.
·
Pupilas moderadamente dilatadas.
·
Fiebre superando los 39 grados.
·
Pulso rápido,
superando las 140 pulsaciones por minuto incluso pudiendo llegar a las 160.
·
Respiración superficial y rápida.
·
Agotamiento
extremo.
·
Entre
cuatro y seis horas tras los primeros síntomas los pulmones del paciente ya comenzaban a
segregar exceso de líquido.
·
Entre
las 12 y 18 horas después de aparecer los síntomas anteriores se producía un
empeoramiento con más líquido pulmonar, más disnea, aumento en la dilatación pupilar,
postración, sudoración profusa, aumento de la fiebre.
·
De
no remitir los síntomas la muerte sobrevenía entre las 24 y 48 horas después de
producirse el empeoramiento.
Pero
estos primero síntomas fueron empeorando según avanzaba la enfermedad. En
febrero al cuadro anterior era necesario añadir en varios casos el dolor
abdominal, hasta el punto de confundirse con una apendicitis, las pulsaciones aumentaban aún
más en los casos de la segunda oleada, su color era todavía más pálido y el
aspecto se asemejaba al de los enfermos por fiebres tifoideas. Esto podía empeorar aún más
la situación al ir pasando los pacientes de una sección especializada a otra (Mata, 2017).
Expansión de la epidemia
El auditorio municipal de Oakland
convertido en improvisado hospital en 1918.
En
diciembre de 1917 ya eran 14 de los 16 campamentos militares existentes
afectados por la gripe, incluso en Camp Pick ya
se habían constatado 12 muertos en octubre de 1917, en Camp
Beauregart 50 muertos en noviembre y en Camp Bowie 172
muertos también en noviembre de 1917. Es la llamada Oleada
heraldo (Mata, 2017).
El
presidente estadounidense Woodrow Wilson consultó con el
general Peyton
C. March, jefe del estado mayor estadounidense desde mayo de 1918,
si deberían suspender los envíos de tropas a Europa para no propagar la
epidemia, pero March le indicó que una noticia así podía perjudicar mucho la
marcha en el frente al saber la Triple Alianza (1882) los
problemas entre las filas de su enemigo. Por esta razón Wilson no detuvo los
envíos de tropas, pese a llegarle informes de que sus ciudadanos estaban
enfermando e incluso muriendo en los barcos al declararse la gripe a bordo. En
agosto de 1918 ya eran cerca de un millón y medios de soldados estadounidenses
desplazadas a Europa, muchos enfermos de gripe.
Tras
registrarse los primeros casos en Europa, al parecer en Francia, la gripe pasó al Reino Unido, después a Italia, más adelante cruzó a Alemania y por último a España, un país neutral en la guerra que no
censuró la publicación de los informes sobre la enfermedad y sus consecuencias,
de ahí que, pese a ser un problema internacional, se le diera este nombre por
parecer en las informaciones de la época que era el único país afectado.12 Los hospitales estaban colapsados, los hospitales militares
también tenían todas las plazas ocupadas. En el frente la ofensiva de 1918 se
suspendió por el ejército alemán porque tenía a un millón de soldados enfermos
en el mes de mayo. En la oleada de mayo de 1918 se cree que más de la mitad de
los madrileños habían contraído la enfermedad. Resultó un duro golpe para la
población europea, pero también para la moral porque, con los adelantos
conseguidos en la higiene y la sanidad, las autoridades consideraban
orgullosamente haber desarrollado servicios sanitarios capaces de dejar en el
olvido a pasadas epidemias de cólera y otras.
Pese
a todo lo peor estaba por llegar. Aunque ciudades como Madrid habían pasado lo
peor, la segunda oleada de 1918 afectó tanto a las ciudades como a pequeños
municipios del mundo rural. El 75% de las muertes se cree que acontecieron en
la segunda oleada de 1918, porque aunque ésta epidemia comenzó siendo una gripe
relativamente benigna, su mortalidad fue aumentando progresivamente.
En
1919 la enfermedad ya fue mucho menos virulenta por estar la mayoría de los
organismos adaptados al virus. Finalmente en 1920 aún se detectó un último
repunte, pero no hubo más. Sin embargo los efectos negativos sobre la población
siguieron produciéndose en forma de mortalidad infantil al perder los niños a
uno de los dos progenitores y en algunos casos a los dos. Con todo la gran
epidemia de la gripe desapareció de una forma muy parecida a como había
empezado, entre otras razones por estar la mayoría de los supervivientes
inmunizados, inmunidad que se cree ha seguido en los genes de la especie humana
hasta nuestros días. Así el virus de 2009 que pertenece a la misma familia del H1N1 resultó
mucho menos letal.
La pandemia en cifras
Mapas de tasas de sobremortalidad
respiratoria por cada 10 000 habitantes en cada provincia de España. Los
mapas muestran las tres oleadas pandémicas de primavera (mayo-julio 1918),
otoño (agosto-diciembre 1918) e invierno (enero 1919-abril 1919) así como el
total acumulado para toda la pandemia de gripe se desconoce la tasa de mortalidad de
la pandemia de 1918-1920, pero autores como Juan Carlos Losada (2012) estiman que murieron
del 10 % al 20 % de los infectados. Su tasa de morbilidad pudo llegar hasta la mitad de
la población mundial,16 pero otras fuentes la elevan hasta dos tercios,13 esta tasa de letalidad significa que entre un
3 % y 6 % de la población mundial murió,5 pero varía muchos con las poblaciones, pues pueblos indígenas
del Pacífico o el Ártico llegaron a perder hasta el 90 % de su población.13 La gripe pudo haber matado a 25 millones de personas en las
primeras 25 semanas. Estimaciones más antiguas indicaban que murieron entre 40
y 50 millones de personas.4 Sin embargo gran cantidad de países no disponían de un servicio
sanitario capaz de recoger datos fidedignos y muchos de los muertos no fueron
contabilizados, por esta razón estimaciones actuales mencionan entre 50 y 100
millones de víctimas.1617 Es difícil, sin embargo, compararla con otras importantes
pandemias de gripe del pasado de las que ahora es imposible extraer alguna
información, como la de 1580.
España
fue uno de los países europeos más afectados con cerca de 8 millones de
personas infectadas en mayo de 1918 y más de 200 000 muertes (a pesar de que
las cifras oficiales redujeron las víctimas a «solo» 147.114 personas).18192021
Se
estima que en China murieron 30 millones de personas,[cita requerida] alcanzando
una mortalidad del 40 % de la población en algunas zonas. En el Ejército
de China, al menos el 35 % de las tropas que enfermaron murieron. En Estados Unidos, cerca del 28 % de la
población padeció la enfermedad y murieron entre 500 000 y 675 000
personas.22 En el Reino Unido murieron
250 000,22 en España 200 000
(el 1 % de la población),23 En Colombia aproximadamente
3000 (Principalmente en el departamento de Boyacá), 24 en Venezuela 25 000,25 en Argentina oficialmente
14 997, aunque se estima el doble,2 en Francia 400 00022 y en Italia una cifra
similar.26 En la India británica fallecieron
de 1022 a 17 millones.27 Las estimaciones sobre el África subsahariana hablan
de 1,5 a 2 millones de víctimas.22 En Alaska en el
pueblo inuit de Fairbanks de los 80 habitantes, 78
murieron en sólo una semana y en Sudáfrica, murieron comunidades enteras,
en Australia murieron unas 80 000
personas y en Fiyi murió el 30 % de la población
en sólo dos semanas, mientras que en Samoa
Occidental el 40 %, en Chile murieron
43 113 personas.28
Pirámide de la población Alemana en
1936 donde puede verse claramente la bajada de la población a causa de la
Primera Guerra Mundial y de la gripe de 1918.
En
el caso del Perú, se documentaron tres olas de gripe, la primera
en Lima entre julio y septiembre de 1918. La
segunda fue entre noviembre de 1918 y febrero de 1919, la misma que se extendió
a Trujillo e Iquitos, en el río Amazonas. La tercera ola se registró entre
enero y marzo de 1920 en Lima y de julio a octubre en Ica.
No se cuenta con datos precisos sobre la mortalidad que causó el virus.29 Respecto de Colombia, la pandemia comenzó a circular
en Bogotá y luego el departamento de Boyacá dejando 2800 fallecidos a su paso
en octubre de 1918 y se prolongó hasta agosto de 191930
Autores como Qureshi (2016, p. 42) sostienen
que la Primera Guerra
Mundial no causó la gripe, pero sí contribuyó decisivamente a
su propagación. En primer lugar porque un factor en la transmisión de la
enfermedad fue la cantidad de viajes entre combatientes. La modernización de
los sistemas de transporte posibilitó que los navegantes propagaran más
rápidamente la pandemia sobre todos los continentes. En segundo lugar, por el
movimiento de tropas y la mayor propagación que permitía más mutaciones aún.
Además los soldados estaban debilitados por la tensión del combate, la mala
salubridad, los ataques químicos y por poseer un sistema inmunitario joven con
capacidad para sobrereaccionar contra el virus.
Remedios utilizados para curar la gripe en 1918
Biólogos españoles ante el microbio
de la gripe española.
La
población mundial está inmunizada para cepas de la gripe que son habituales
pero ante mutaciones o nuevas cepas muy agresivas puede estar muy indefensa. No
existía vacunas en 1918. Los primeros estudios comenzaron de manera eficaz en
1931 y fue en los años cuarenta cuando el ejército de los Estados Unidos
desarrolló las primeras vacunas inactivas aprobadas para la gripe, que se
utilizaron en la Segunda Guerra
Mundial3132
Ante
la pandemia mundial de 1918 no se lleva la cuenta de cuantos remedios
milagrosos se anunciaron.12 Pero los médicos también utilizaron todos los recursos a su
alcance: desde el antiguo arte de sangrar a los pacientes, administrarles
oxígeno, hasta suministrar cantidades enormes de aspirinas. Según Losada (2012) varios cargos públicos
españoles utilizaron la vieja diligencia de huir, porque hasta bien entrado el
siglo xix se decía:
"De
las mortíferas pestes tres diligencias libertan: pronta salida, remota
distancia y muy larga ausencia".33
Se
trataron de desarrollar nuevas vacunas y sueros, principalmente contra varios
tipos de neumococos y lo que
ahora llamamos Haemophilus
influenzae, un nombre derivado del hecho de que originalmente se
consideraba el agente etiológico. Pero solamente una medida terapéutica mostró
algún éxito: la transfusión de sangre de pacientes recuperados a nuevas
víctimas34Como anédocta puede señalarse que con motivo de la gripe de 1918
se publicó un Boletín Oficial Extraordinario de la Provincia de Burgos (España),
dónde se indicaba: 35
"Sin
embargo, no se tomaron las medidas más eficaces contras una enfermedad de
transmisión aérea como la gripe. Los actos multitudinarios no se prohibieron,
es más llegaron a realizarse procesiones especiales para pedir protección a la
imagen del lugar".13
Estudios recientes[
Imagen al microscopio
electrónico del virus de 1918 (recreado en laboratorio).
El 26 de febrero de 2001 en
la publicación científica PNAS se reconstruyó
por primera vez un virus de gripe con la secuencia del segmento NS del virus de
1918 y con la secuencia de un virus adaptado en ratones. Los investigadores
reconstruyeron ese virus quimera y evaluaron su virulencia.
Los
investigadores que realizaron este trabajo comprendieron que la clave para
entender el potencial de virulencia de una cepa de virus de gripe pasaba por
estudiar su patrón molecular y las características fenotípicas asociadas a su
secuencia genética; en otras palabras, la clave para entender la virulencia de
una cepa de gripe requiere manipular la secuencia genética del virus y estudiar
su comportamiento. La técnica biomolecular que permite realizar tales estudios
recibe el nombre de «genética reversa». La genética reversa se basa en la
posibilidad de «rescatar» un virus de novo a partir de la
expresión de su material genético. La expresión coordinada del genoma de un
virus en una célula usando vectores de expresión permite que se produzcan todos
los factores necesarios para la creación del virus.
Un
equipo multidisciplinario, capitaneado por el burgalés Adolfo
García-Sastre, uno de los padres de la genética reversa del virus de
la gripe, se propuso en el 2003 la titánica tarea de encontrar las causas que
propiciaron la pandemia de virus de la gripe de 1918. Los investigadores que participaron
en este proyecto pretendían encontrar esas causas analizando las
características moleculares distintivas de este virus pandémico. El equipo
englobó, junto con el grupo de Adolfo García-Sastre, a los grupos de Peter
Palese, Ian Wilson, Christopher
Basler, Michael
Katze y Jeffrey
Taubenberger.
El 6 de febrero de 2004 se
publicó en la revista Science un
artículo realizado por dos equipos de investigadores, uno dirigido por Sir John
Skehel, director del Instituto Nacional de Investigación Médica (National
Institute for Medical Research) de Londres, y otro por el profesor Ian Wilson
del Scripps Research Institute de San Diego, California. Ambos habían obtenido la síntesis
de la proteína hemaglutinina responsable de la epidemia de 1918 de gripe
española juntando ADN procedente del pulmón de una mujer inuit encontrada
en la tundra de Alaska y de muestras
preservadas de soldados estadounidenses de la Primera Guerra Mundial.
Policías preparados para actuar en
medio de la pandemia.
El 5 de octubre de 2005,
también en Science, se publicó
por primera vez en la historia la reconstrucción de un virus totalmente
extinto, el virus de la gripe de 1918. El virus fue totalmente
reconstruido in vitro a partir de las secuencias obtenidas del
análisis de muestras históricas de tejidos realizados por el grupo de Jeffrey
Taubenberger.36 Según el informe, después de varias décadas los científicos
lograron recrear el virus con ayuda de técnicas de genética reversa, para
«volverlo a la vida» en un laboratorio de
bioseguridad de nivel 3, de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades en Atlanta. Sus efectos fueron estudiados en
ratones, embriones de pollo y células pulmonares humanas, empleando para ello
diversas versiones fabricadas con genes de otros virus gripales, y así efectuar
comparaciones y descubrir los elementos que lo hicieron tan mortífero. Al igual
que el original, el virus reconstituido mató en pocos días a los ratones, y se
comprobó que también mataba a los embriones de pollo, del mismo modo que
el virus aviario H5N1.
Posibilidades de contenerla con los medios
actuales[editar]
Si
en el siglo xxi se
produjera una zoonosis causante de
un virus muy virulento y del que la especia humana no ha tenido contacto
alguno, no se considera posible detenerlo con los medios actuales, al menos la
primera oleada. Ciertamente la Humanidad cuenta con varias ventajas respecto a
la situación científica y técnica de 1918. Algunas de las más importantes son:13
Laboratorio de contención biológica
nivel 4.
·
Poseer laboratorios de contención biológica nivel
3 y 4 en lugar de tener los médicos que investigar protegidos por una bata y
una mascarilla.
·
Disponer
los hospitales mucho mejor equipados, con medios como unidades de cuidados y de
vigilancia intensiva.
·
Poseer
más información y experiencia, tanto en el aislamiento, estudio del agente
infeccioso para sintetizar vacunas, como en el conocimiento de los patógenos y las formas de combatirlos, en
1918 no tenían claro si era un virus, una bacteria o algún otro causante.
·
Disponer
de una industria farmacéutica capaz de producir ingentes cantidades de
antibióticos y antivirales que detengan las infecciones secundarias y la
infección principal.
·
Contar
con una capacidad mucho mayor para producir vacunas.
Pese
a todas estas ventajas, con una población de siete mil millones de seres
humanos y el transporte aéreo como
nuevo vector de propagación se considera imposible detener una epidemia como la
de 1918, al menos en su primera oleada. Escapa de la capacidad técnica y
científica actual aislar el virus, analizarlo, encontrar una vacuna y producir
las suficientes dosis antes de que el virus se expandiera por el mundo. Del
mismo modo la industria farmacéutica, pese a estar mucho más desarrollada que
en 1918, no sería capaz de producir suficientes antibióticos ni suficientes
anti-virales para varios miles de millones de personas en poco tiempo.
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